domingo, 18 de septiembre de 2011

Entrevista a Astarita por el diario La Capital

"Entraremos en una nueva recesión"

Por Sofía Alberti

El economista Rolando Astarita estuvo en Rosario exponiendo acerca de las dificultades que afrontan las teorías neoclásicas para explicar la actual crisis internacional. Con fuertes críticas al programa educativo vigente, el profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y de Quilmes, participó del taller de economía Surplus organizado por el Grupo de Estudiantes Independientes de la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario.

   Antes de abordar con los jóvenes rosarinos la problemática que para él acarrea “la economía abstracta, que no conecta con lo que viven la mayoría de los seres humanos” y los posibles métodos para desarrollar visiones críticas en las universidades, este reconocido intelectual marxista detalló a La Capital su lectura respecto a la crisis global. Aunque previó el ingreso a una nueva recesión mundial, se distanció de las lecturas que ven en esta coyuntura el fin del sistema capitalista.

   —¿Cómo caracteriza el proceso que se está dando a nivel internacional?

   —Se está dando lo que los marxistas llamamos una crisis de sobreacumulación, de sobreinversión. Me parece importante ubicar ahí el origen del problema, porque la explicación más común dice que la crisis se debe a la codicia de los banqueros, a cierta laxitud en las regulaciones de la reserva, a que bajó demasiado la tasa de interés en el año 2000. Durante los 90 en Estados Unidos se dio un proceso de intensa acumulación, de gran inversión. Desde 1993-94 aumentó fuertemente la productividad, la inversión en nuevas tecnologías se incrementó a tasas muy altas, superiores al 10%. Esto tiene mucha similitud con los años 20, cuando también se dio un proceso de este tipo, de intensa acumulación en ramas que en ese momento eran de expansión y de última tecnología. La competencia llevó a que cada vez se acumule más capital y sobre todo se invierta más capital en equipos, maquinarias y software por trabajador. Desde 1997 en Estados Unidos cae la tasa de ganancia de las empresas, la masa de ganancia también se estanca y comienza a descender, pero las empresas siguen invirtiendo fuertemente impulsadas por no perder mercado, proceso que sigue hasta el segundo semestre del año 2000. En ese momento se produce una brusca reversión de la inversión, lo que prepara el terreno para la recesión del 2001, que fue suave, pero la economía quedó con sobrecapacidad productiva.

   —Ahí comienza a gestarse la llamada burbuja financiera que explotó en 2008...

   —Ese dinero que no volvió a la producción por la sobrecapacidad es el que se volcó a dar el crédito a la construcción, que en ese momento creció a tasas muy superiores a sus promedios históricos. Esa burbuja, estalló y arrastró la economía, que si bien se recuperó en la segunda mitad de 2009 sigue siendo muy débil. Esto es un fenómeno que tiene que ver con lo que son los ciclos del capital, los períodos de intensa acumulación desembocan generalmente en crisis. Un fenómeno endógeno a la propia acumulación. Hay que tener sentido histórico porque se tiende a presentar las crisis como accidentes. Recordemos que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta hora hubo 11 recesiones en Estados Unidos.

   —¿Cómo queda parada China en este escenario?

   —Yo veo que desde hace años hay un ascenso no sólo de China, sino de lo que se ha llamado el tercer mundo. Creo que la expansión del sistema capitalista a nivel mundial, la inversión de capital imperialista en los países atrasados a largo plazo termina generando capitalismo nativo. Desde 1982/83 hemos asistido a una expansión del capitalismo a nivel mundial, que primero se ve en las reformas e incorporación de China al sistema capitalista y después en la caída del muro. En estos momentos en China hay un proceso muy intenso de acumulación capitalista, en cifras oficiales se calcula que hay 43 millones de empresarios capitalistas en China con formas de explotación terribles. Esto es capitalismo puro en proceso de acumulación y reinversión de capital con mano de obra muy barata y muy capacitada. La economía china aun se basa en commodities industriales y sufre por ahora un deterioro de los términos de intercambio de los mismos. En ese sentido estamos ante una tendencia: China está achicando las diferencias y recuperando terreno pero todavía no llega a tener el nivel de productividad y PBI per cápita de EEUU, Alemania y otros países más adelantados. Además, la ventaja tecnológica de Estados Unidos sobre los países europeos sigue siendo muy grande.

   —¿Cuáles pueden ser las perspectivas y las repercusiones políticas de esta situación?

   —Me gustaría aclarar que ésta no es la crisis del 30. Si bien hay una profunda caída del mercado mundial y cierto aumento de las tendencias proteccionistas no se ha detenido la mundialización del capital. Por otro lado, estamos asistiendo a un proceso de proletarización masiva, la incorporación al asalariado moderno industrial o de servicios en grandes zonas del planeta como Asia y también se ha intensificado en América latina. En tercer lugar, yo no advierto una respuesta que retome banderas socialistas. Es decir, hay respuestas de los indignados, hay explosiones, rechazo a las políticas de austeridad, pero no se levantan programas alternativos globales. La democracia capitalista se ha extendido en los últimos 30 o 40 años y la desigualdad, la polarización social, los problemas de miseria y hambre no se han detenido.

   —A su vez la crisis profundiza esos problemas.

   —Las consecuencias sociales de la crisis han sido importantes. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con la crisis de 2007/9, en el mundo aumentaron en 34 millones el número de desocupados, en 64 millones el número de pobres, en 110 millones el número de los trabajos precarizados, hay 1.500 millones de trabajadores que tienen trabajo precarizado. Por ahora veo una correlación de fuerzas bastante desfavorable al trabajo y favorable globalmente al capital aun con sus contradicciones y problemas. Yo no veo que el sistema capitalista se esté derrumbando.

   —¿Cuáles son las perspectivas para Latinoamérica y Argentina en particular?

   —Desde mitad de 2009 el mundo subdesarrollado tuvo un crecimiento importante. Hasta principio de año los países no desarrollados, para usar la terminología oficial, estaban creciendo a una tasa muy alta, del 7% anual. Argentina está en este lote. Los países adelantados en tanto estaban creciendo a una tasa del 2,5%. Esto se da porque el proceso de acumulación en China, India, ha continuado a un ritmo acelerado. América latina es globalmente exportadora de materias primas y en este sentido se vio bastante favorecida. Es muy probable que entremos en una nueva recesión. Otra posibilidad es que asistamos a un período bastante largo de un crecimiento débil, muy parecido al que tiene Japón hace 20 años. En cualquier caso esto afectará la demanda mundial e inevitablemente a China. Esto incidirá indudablemente en Argentina, teniendo en cuenta que nuestro país ha crecido pero no ha cambiado su matriz productiva. La composición de las exportaciones argentinas sigue siendo de un alto porcentaje de productos primarios de bajo valor agregado. La economía argentina no dio un salto en capacidad productiva, en tecnología y alto valor agregado. Si no fuese por la soja, el superávit comercial estaría en cero. Y la balanza industrial sigue siendo claramente deficitaria. En ese sentido, una desaceleración mundial le pegaría bastante. •